Todas las normativas autonómicas vetan la venta de
alcohol a los menores de edad -salvo Asturias, que la permite a partir
de los 16 años-, pero esa "ley seca" se vulnera un día sí y otro
también. El alcohol es, de lejos, la droga más consumida por los
jóvenes españoles, que se inician antes de los 14 años, según las
estadísticas del Ministerio de Sanidad. Y ese alcohol sale de algún
sitio: de supermercados, comercios abiertos las 24 horas, gasolineras y
bares, donde los menores lo adquieren casi sin control y con total
impunidad.
Seis ciudades españolas ha recorrido la Organización de
Consumidores y Usuarios (OCU) -Barcelona, Bilbao, Granada, Madrid,
Valencia y Valladolid- para comprobar si se cumple la ley, y en las
seis se expenden bebidas alcohólicas a adolescentes en distintos
establecimientos sin apenas trabas. La cerveza corre libremente y
también alcoholes de alta graduación como el whisky, aunque en menor
medida. Sería buena cosa, concluye la OCU, "resucitar" la frustrada ley
estatal antialcohol de la pasada legislatura.
Los menores que actuaron como "gancho" para el estudio
visitaron a distintas horas, de día o de noche, 123 establecimientos de
todo tipo en zonas de marcha juvenil, supermercados, comercios 24
horas, bazares, tiendas de "chinos", bares, establecimientos de comida
rápida... En ocho de cada diez locales compraron o les sirvieron
cervezas sin problema y sin reclamarles la preceptiva identificación.
Los negocios más laxos con la normativa fueron las tiendas 24 horas (el
87% dispensó la bebida) y los locales de comida rápida (el 83% de las
veces). Los bazares y "chinos" hicieron lo propio, vender y callar, en
un 79% de los casos. Algo más rigurosos fueron los bares y cafeterías;
un 68% sirvió cerveza a los chavales sin hacer preguntas.
Si hablamos de whisky, la palma se la llevan los
bazares; en tres de cada cuatro ocasiones dispensaron bebida de alta
graduación al menor que la pedía. Igual que en seis de cada 10
supermercados, y en el 57% de las tiendas de conveniencia o 24 horas.
En este panorama general hay matices, no obstante.
Madrid es la ciudad donde más dificultades encuentran los adolescentes
de ambos sexos para comprar alcohol. En Granada, en cambio, podría
decirse que hay barra libre de cerveza (en un 95% de los casos, se
vende sin preguntar), lo mismo que en Barcelona y Valencia, con un 93 y
92%, respectivamente. En Bilbao y Valladolid, tres de cada cuatro
menores que intentaron adquirir cerveza lo consiguieron. En cuanto al
whisky, el ránking de facilidades lo encabeza Valencia (92%), seguida
de Barcelona y Granada, ambas por encima del 80%. En Bilbao pudo
comprar o beber una copa la mitad de los chicos que lo intentaron,
mientras que en Valladolid (44%) y en Madrid (33%) se les hizo más
difícil porque les pidieron el carnet o directamente se les denegó.
Carta a los padres
En el caso de la capital vizcaína, sus responsables
municipales explicaron ayer que las sanciones a establecimientos por
este tipo de prácticas se han multiplicado en el último año, pasando de
la media docena de multas en 2007 a las 18 de 2008. En lo que va de
ejercicio se ha impuesto una sola sanción, pero el plan de prevención
del Ayuntamiento bilbaíno se ha intensificado. «Hemos lanzado una
campaña para evitar el consumo de alcohol entre los jóvenes que ha
alcanzado a más de 34.000 familias», detalla el director de Salud y
Consumo, Javier Orduna. El programa contempla incluso el envío de una
carta a los padres del menor si la Policía Municipal le sorprende
haciendo "botellón".
Según denuncia la OCU, la mitad de los establecimientos
visitados donde se comercia con bebidas alcohólicas carecía del cartel
obligatorio que debe informar de la prohibición de venta y dispensación
a menores de edad. Un fallo particularmente frecuente en los bazares y
"chinos"; en cuatro de cada cinco no había cartel ni nada parecido.
Tampoco se separan las bebidas alcohólicas de los refrescos y bebidas
"sin", como es preceptivo.
La vigilancia es mínima y el celo de los comerciantes,
francamente mejorable, denuncia la OCU. Sólo en 13 de cada cien
establecimientos visitados exigieron el DNI a los chicos que pedían
cerveza, y en el doble si lo que pretendían comprar era whisky. En la
Ciudad Condal y en Valencia jamás se pidió el carné de identidad a los
jóvenes colaboradores de la OCU, y eso que no pasaban de los 16 años.
En Granada tampoco se les requirió para adquirir cerveza. Y hubo casos
en que los chavales mostraron su DNI pero su minoría de edad no frenó
la venta.
No se aplica la ley
Leyes autonómicas existen, recordó Ileana Izverniceacu,
portavoz de la OCU, y son las que deben hacerse cumplir. Es -dijo-
«responsabilidad» de las comunidades autónomas, que deben mejorar sus
sistemas de inspección y sanción e impulsar en sus respectivos
territorios campañas de prevención e información sobre los graves
efectos del alcohol en el organismo de los jóvenes. La organización
propone encarecer el precio del alcohol y «retomar el proyecto de ley
contra el consumo de alcohol entre los jóvenes» que en 2006 intentó sin
éxito sacar adelante la entonces ministra de Sanidad, Elena Salgado.
«Era un proyecto que tenía puntos muy interesantes, pero que se
entendió mal», explicó. Serviría, además, para «homogeneizar» las
distintas normativas regionales.
La ley estatal nunca vio la luz, boicoteada por el
sector vitivinícola y otros productores de bebidas alcohólicas que
sintieron amenazado su negocio, a pesar de que el texto nunca pretendió
restringir el consumo libre entre adultos.
El estudio de la OCU recuerda, por si las autoridades lo
han olvidado, los estragos que el alcohol puede causar en el organismo
de los menores y, lo que es peor, sin necesidad de trasegar grandes
cantidades. El catálogo es largo. Va desde los trastornos en el sistema
nervioso central, daños neuronales y alteraciones de comportamiento,
aprendizaje y memoria, hasta pérdidas de densidad en los huesos. Entre
medias, afecciones hepáticas y digestivas, cardiopatías, arritmias,
fibrilaciones y muertes súbitas. También hay documentados casos de
infartos y hemorragias cerebrales tras episodios de intoxicación
etílica aguda. Y no faltan los trastornos endocrinos; el alcohol
disminuye la hormona del crecimiento, rebaja la testosterona en los
hombres y, por el contrario, aumenta su presencia en las chicas.
De las borracheras salen además incontables embarazos
adolescentes, enfermedades de transmisión sexual, agresiones y peleas,
suspensos y broncas familiares, por citar sólo algunos de los daños
colaterales del alcohol entre la población juvenil.