Los crímenes que trajo la cocaína
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Data:
06.04.2009
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Iturria:
larazon.es
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Cada vez más delitos tienen detrás un consumo abusivo de la «droga de los héroes». Y, sin embargo, en lugar de un agravante, matar bajo los efectos de la cocaína puede ser considerado un atenuante ¿Ha llegado la hora de cambiar la Ley?
En el mundo de la
delincuencia, la cocaína convierte a los criminales en peleles
incansables que pueden conducir hasta el hartazgo, pelear por cualquier
cosa o hacer uso de su arma de fuego. Uno de esos típicos crímenes
causados por esta droga, según lo que han contado hasta ahora los
testigos, fue la muerte en Madrid del dominicano Luis Carlos Polanco,
de 22 años, presuntamente a manos del vigilante José Luis Trejo. Al
parecer, el agresor iba buscando mercancía y le preguntó: «¿Vendes
coca?». «Yo no vendo nada», fue lo último que dijo la víctima.
La
cocaína predispone a la acción, disminuye el efecto del alcohol y
permite sentirse invulnerable, ligero, rápido de reflejos, aunque en
realidad el consumidor sea sólo un zombi paranoico. Por la cocaína se
producen accidentes cardiovasculares, infartos del corazón e infartos
cerebrales, así como colisiones de tráfico que no son identificadas
como tales. No en vano, España es la primera potencia en consumo de
esta «droga de los héroes», aunque ha llegado el momento en el que dada
su frecuencia y cantidad hay que juzgar los más extraños
comportamientos a la luz del consumo de esta sustancia. Trastorno por
consumo.
Trastornos por consumo
El pasado 20 de marzo, en la calle Topete de Madrid, José Luis
Trejo, presunto autor del homicidio de Luis, reaccionó como un supuesto
adicto a «la nieve»: con un impulso fruto de sus necesidades y
obsesiones. Luis era un emigrante dominicano y José Luis un vigilante
que quería trabajar en el País Vasco. En su vida personal, tras su
divorcio, al parecer se observó un gran cambio de personalidad y empezó
a frecuentar la compañía de los «camellos» de droga. Se supone que
empezó ahí su posible adicción, aunque su defensa va a por todas,
adjudicándole, no una posibilidad de trastorno por consumo, sino una
enfermedad mental de las más graves. Con su aprobado para trabajar de
escolta, tramitó el permiso en el tiro olímpico, lo que le hizo
agenciarse una pistola Glock. A la vez, comenzaba sus tareas como
empleado en la seguridad del Metro. Sus amigos recuerdan ahora que el
mayor de sus sufrimientos, después de la muerte de su padre y del
accidente mortal de uno de sus hermanos, en un golpe con la moto en
2008, era la falta de dinero para llegar a fin de mes. Su fijación con
el destino del País Vasco podría ser probablemente porque allí cobraría
bastante más por el mismo oficio. Como un «poli» de película.
Como un "poloi" de pelicula
El funesto
20 de marzo, José Luis salió a la calle con la «pipa» Glock al cinto,
como un «poli» de película o un malo de opereta. Se recorrió la calle
Topete de un lado para otro, errático y fuera de control. Allí se cruzó
con «Luisito», a quien no conocía.
El dominicano había llegado a España
cuando tenía 11 años acogiéndose a la cláusula de reunificación
familiar. Últimamente trabajaba en el sector de la construcción, aunque
en el momento de su muerte se encontraba en paro. Su familia niega que
en algún momento vendiera ningún tipo de sustancia prohibida. Compartía
su vida con su novia, que estaba embarazada de una niña que nacerá este
mismo mes de abril. Da igual su situación, el desconocido le siguió
cuando iba a jugar al billar a un antro del Pequeño Caribe.
Supuestamente se le acercó por detrás y le descerrajó dos tiros en la
nuca.
Si se probara que el agresor estaba bajo los efectos de la droga,
quizá tendría derecho a un atenuante, cosa increíble, puesto que si
hubiera matado a «Luisito» con su coche, en las mismas circunstancias,
entonces sería un agravante. El drogadicto que mata porque no puede
dominar su ansia de droga debería entrar en un nuevo registro: el del
maleante social que se degrada hasta ser peligroso. Estar drogado
multiplica las posibilidades de violencia, y eso ha de estar penado.
Matar ciego de coca debería tener doble pena.
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