donostia. "Más
chutes no, ni cucharas impregnadas de heroína...", clamaban Los Calis,
reyes de las gasolineras allá por los años 80. Dos décadas después, sus
dramáticos acordes han enmudecido y tampoco películas como El Pico forman ya parte del imaginario juvenil. Ajenos a los estragos que causó el caballo
en su día, los nuevos consumidores de heroína la inhalan o fuman para
contrarrestar los efectos de los estimulantes. Quienes trabajan a pie
de calle en Euskadi dicen que cada vez son más quienes la toman, aunque
en las encuestas sólo uno de cada 100 reconoce haberla probado.
Habrá
que esperar para que se refleje en las estadísticas, pero lo cierto es
que en los centros de tratamiento de toxicómanos y los servicios de
emergencias ya han detectado un repunte del consumo de heroína. "Como
esta droga tiene una connotación tan negativa, hay muchos consumidores
que nunca han reconocido que la toman. Para que un repunte de heroína
llegue a manifestarse en las encuestas debe pasar tiempo. Lo detectan
antes los educadores de calle, las ambulancias...", admite Teresa
Laespada, directora del Instituto Deusto de Drogodependencias.
Según se recoge en el informe Euskadi y Drogas 2008
, el número de personas que manifiestan haber consumido heroína ha ido
descendiendo desde 1994 hasta el año 2000, en el que se registró la
cifra más baja. A partir de entonces, el uso de esta droga empezó a
incrementarse entre la población vasca, detectándose un pequeño repunte
en los tres últimos años. Pese a este aumento, sólo uno de cada cien
vascos de entre 15 y 74 años confiesa haber probado la heroína alguna
vez en su vida. "Es verdad que las cifras que nos aparecen en las
encuestas son muy pequeñas, pero eso lo contrastamos con los centros de
tratamiento y con urgencias y ellos empiezan a ver con más habitualidad
personas que consumen heroína, con lo cual es probable que la heroína
esté otra vez circulando por algunos circuitos de consumidores de
drogas", concluye Laespada. De hecho, la advertencia de los
profesionales que trabajan cara a cara con los toxicómanos no deja
lugar a dudas. "Algunos centros de tratamiento ya están poniendo la voz
de alarma: Ojo con la heroína, que está empezando a funcionar, que
empiezan a llegar personas con problemas", subraya la directora del
Instituto Deusto de Drogodependencias.
adiós a las jeringuillas
A falta de poder trazar el perfil de los nuevos consumidores -"son
pocos y todavía no tenemos detectado quiénes son"-, lo que sí apuntan
los expertos es cómo se inician en el uso de la heroína. "La están
empezando a consumir para bajar el subidón de los estimulantes, como la
cocaína, y lo hacen de manera inhalada o fumada, no por vía
intravenosa, por lo que la percepción de riesgo que tienen es algo
menor", detalla Laespada.
Causante de todos los males, la crisis
también parece tener algo que ver en la reaparición de este opiáceo en
Euskadi. Según algunos expertos en toxicomanías, "las drogas
estimulantes encajan muy bien en momentos donde la situación económica
es buena porque son sustancias caras que te ayudan a vivir a tope, en
la cresta de la ola, por encima del régimen que te permite tu cuerpo",
mientras que "las sustancias depresoras del sistema nervioso central te
ayudan a sobrellevar situaciones problemáticas en momentos de angustia
o intranquilidad", explica esta socióloga.
También José Antonio
de la Rica, jefe de Asistencia Psiquiátrica y Salud Mental de
Osakidetza, se hace eco de la hipótesis que relaciona "el repunte de
heroína con el decrecimiento económico". "Las drogas que se asocian a
la crisis son los opiáceos, que sumen al sujeto en un estado de apatía,
de depresión y de aislamiento del mundo. No son para vivir la vida más
intensamente, sino para olvidarse un poco de ella", resume este
psiquiatra, quien recuerda que "el boom de la heroína coincidió con la crisis de los años 80".
A quien aún conserva la imagen de los heroinómanos condenados a muerte
en la retina le resulta difícil comprender que, en pleno siglo XXI, se
vuelva a consumir esta droga. Pero el tiempo pasa y borra algunas
huellas. "Estamos ante una nueva generación de jóvenes que no han
tenido el reflejo de lo que fue la heroína en los 70 y no perciben el
uso de la sustancia con el dramatismo o el riesgo que puede
transmitirse a anteriores generaciones. Eso también es importante",
destaca Laespada.
sida, matarratas y sobredosis
Para que algunos refresquen la memoria y otros se enfrenten por primera
vez a la cruda realidad, la directora del Instituto Deusto de
Drogodependencias recuerda qué pasó con aquella primera generación de
heroinómanos. "Muchos murieron por el sida, antes de que se inventaran
los retrovirales. En aquel momento la heroína se cortaba incluso con
matarratas, con lo cual se llevó por delante a mucha gente. Luego las
subidas de pureza, lo que se llamaban sobredosis, también generaron
muchas muertes. De pronto metían en el mercado una dosis muy potente y
se llevaban por delante a unos cuantos. Por las sobredosis y por las
malísimas condiciones higiénicas con las que se pinchaban murieron
bastantes", señala.
Ante este desolador panorama, las
instituciones no supieron reaccionar. "El hecho de que se tardase tanto
en entender que había que hacer una reducción de daños y que había que
dispensar jeringuillas para que aquellas personas que eran dependientes
las utilizasen de manera limpia y no pusieran en riesgo su vida de una
forma tan dramática supuso que una serie de generaciones perdieran la
vida", asegura Laespada.
Tras aclarar que "ahora no están dándose
casos de muertes por sobredosis porque las vías de consumo han cambiado
y eso hace que la heroína esté cortada de una manera distinta", esta
experta añade que, entre aquellos primeros heroinómanos, "también hubo
quienes se rehabilitaron, con todo lo duro y costoso que es el proceso,
y otros muchos que permanecen enganchados en programas de metadona".
"La gente piensa que ya no hay consumidores de heroína. Los hay, lo que
pasa es que están siendo asistidos en los centros y no se ven en la
calle", aclara.