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La estrategia del avestruz
Fecha: 11.09.2006 Fuente: lasprovincias.es

Fco. Javier Romero, Vicerrector de Investigación, Desarrollo y Tercer Ciclo de la Universidad Cardenal Herrera
Artículo de Francisco Javier Romero publicado el día 2 de septiembre en la sección Tribuna del diario "Las Provincias"

En un comunicado de prensa de finales de junio pasado, el director ejecutivo de la Oficina contra la Droga y el Delito de las Naciones Unidas, Antonio María Costa, alertaba del continuo incremento del consumo mundial de cannabis: 162 millones de personas consumieron cannabis al menos una vez durante el año 2004 (equivalente al cuatro por ciento de la población mundial entre 15-64 años). Mientras el consumo global de cocaína durante este mismo periodo descendió ligeramente, su demanda y consumo en Europa Occidental han aumentado de forma alarmante. Estos datos han pasado inadvertidos a la opinión pública española y ciertamente merecen una reflexión, desde el momento en que el desglose por países de los datos de Europa Occidental, coloca a España en un preocupante primer puesto desde hace tiempo. De los datos presentados por Naciones Unidas se puede extraer la conclusión de que el problema mundial de la droga se está conteniendo, en comparación con periodos de tiempo anteriores. Sin embargo, si esto no se da, habrá que aceptar las declaraciones de Costa en las que planteaba que, si no se reduce la provisión, demanda y tráfico de drogas en un país, habrá que atribuirlo a que esas naciones no han tomado en serio el problema de las drogas y que aplican políticas inadecuadas. Su conclusión es que “muchos países tienen el problema de drogas que se merecen”.

Estas duras declaraciones deberían plantear a los gobernantes, por lo menos, la necesidad de un debate. En referencia al cannabis, hemos leído y oído en España declaraciones por parte de dirigentes políticos que han dejado a nuestra juventud confusa y vulnerable respecto a lo peligroso que resulta su consumo. Es un error craso calificar el cannabis como droga blanda y relativamente inofensiva. A fecha de hoy, las propiedades tóxicas y adictivas del cannabis no son tan diferentes de otras drogas también derivadas de plantas como la cocaína o la heroína. Esta es una conclusión que se extrae fácilmente del informe mundial de drogas de Naciones Unidas del año 2006. Muy probablemente, hoy el cannabis que se consume es mucho más potente que antes, y las evidencias de que puede causar enfermedades mentales graves aumentan de forma continua. Es urgente el diseño de campañas específicas dirigidas contra el consumo de cannabis, mostrando claramente los efectos adversos que esta droga provoca. No se debe olvidar que el primer país del mundo productor de resina de cannabis (hachís) es Marruecos, así como el de mayor superficie cultivada de marihuana, y que el 54% de la resina de cannabis incautada en el mundo durante el año 2004 lo fue en España (datos del Informe Mundial de Drogas de Naciones Unidas). Estos datos sugieren los importantísimos intereses que este mercado tiene en ambos países. Estos intereses no deben influir en el diseño de campañas claras y contundentes, además de específicas, en contra del uso de cannabis. La demanda de tratamiento por parte de consumidores de cannabis es un excelente marcador de la magnitud del problema, tanto desde el punto de vista de la severidad de los daños, como del número de personas que consumen. Esto se puede atribuir a la potencia de la droga derivada de nuevas variedades de planta, cuyos efectos sobre la salud han sido infravalorados o son desconocidos a fecha de hoy.

Se percibe en una parte importante de la opinión pública española un nivel alto de tolerancia hacia el consumo de cannabis, ya sea en forma de planta de marihuana o de resina. Esta tolerancia, que no necesariamente el consumo (aunque también), se ha asociado, según han puesto de manifiesto diversos estudios sociológicos, a un perfil de pensamiento calificable de progre, en contraste con aquellos sujetos que estarían en contra de su consumo, que son percibidos como intolerantes y contrarios a los avances de nuestros tiempos. Estos clichés, acuñados y favorecidos por los gestores de la opinión pública, estarían dentro del concepto, mencionado anteriormente, de que aquellos países que no toman el problema de las drogas suficientemente en serio tienen el problema que se merecen.

El caso de la cocaína es igualmente preocupante y severo, si tenemos en cuenta que seguimos ocupando un peligroso primer puesto en consumo por habitante, además de ser el primer país incautador de cocaína en Europa, seguido por Holanda y Portugal. Esto último habla de la importancia de España en las rutas de tráfico de cocaína. Por tanto, España, como en el caso del cannabis, tiene razones de consumo y de tráfico para preocuparse también por la cocaína. No por conocidos estos problemas deben dejar de ser traídos de nuevo a la reflexión. Desde el Instituto sobre Drogas y Conductas Adictivas de la Universidad Cardenal Herrera-CEU se ha llamado la atención repetidamente acerca del problema de la cocaína y de la necesidad de fijar la atención sobre el mismo. El Instituto defiende el principio de que la adicción es una enfermedad, y desde este punto de vista, se está ante un problema de salud pública. Los poderes públicos invierten recursos en la atención sanitaria a estos enfermos, y no deben dejar de hacerlo, pero resultaría mucho más efectiva y rentable (en cuanto a la optimización de los recursos) la inversión también en campañas de prevención que aborden específica y directamente el problema de la percepción de riesgo en el consumo de cannabis y el indiscutible efecto adictivo del consumo de cocaína, entre otros aspectos.

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