El estudio de la salud mundial pone de manifiesto contrastes. Mientras que la esperanza de vida de una niña nacida hoy en el Japón es de unos 85 años, la de otra nacida en el mismo momento en Sierra Leona es de 36 años. La pequeña japonesa recibirá vacunas, una nutrición adecuada y una buena escolaridad. Cuando vaya a ser madre gozará de una atención de maternidad de alta calidad. Con los años, cuando envejezca, quizás contraiga enfermedades crónicas, pero tendrá a disposición tratamiento y servicios de rehabilitación excelentes; podrá recibir medicamentos cuyo valor anual promedio será de unos US$ 550, o mucho más si es necesario.
Entretanto, la muchacha de Sierra Leona tiene escasas posibilidades de recibir inmunizaciones y una alta probabilidad de tener un peso inferior al normal durante toda la niñez. Probablemente se casará en la adolescencia y dará a luz a seis niños, o más, sin asistencia de una partera capacitada. Uno o más de sus hijos morirán durante la lactancia y ella misma correrá un riesgo elevado de muerte durante el parto. Si se enferma, podrá recibir como promedio unos US$ 3 por año en medicamentos. Si sobrevive a la edad madura, contraerá enfermedades crónicas pero, sin acceso a un tratamiento adecuado, morirá prematuramente.
Estas historias contrapuestas son muy reveladoras de lo que permiten conseguir la medicina y la salud pública y de las necesidades insatisfechas en un mundo donde las desigualdades de salud son grandes y cada vez mayores. En el Informe sobre la salud en el mundo 2003 se afirma que la tarea decisiva de la comunidad mundial de la salud consiste en reducir esas disparidades. Sobre la base de la experiencia y los logros del pasado, el informe propone estrategias coherentes para forjar un futuro más saludable y más equitativo.
Un mensaje clave de este informe es que, para que se logren progresos reales en materia de salud, se requieren sistemas mejores basados en la atención primaria. La mayor parte de los países sólo conseguirán adelantos limitados hacia los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas y otras prioridades nacionales de salud si no desarrollan sistemas de atención que respondan a los complejos retos de salud del presente. Los sistemas deben integrar la promoción de la salud y la prevención de enfermedades, por una parte, y el tratamiento de las enfermedades agudas y la atención de las enfermedades crónicas, por otra. Esto debe hacerse en todos los niveles a fin de prestar equitativa y eficientemente servicios de calidad a la población entera. Las enseñanzas que nos han dejado el SRAS y los programas de erradicación de la poliomielitis son pautas para formular estrategias que posibiliten una respuesta urgente del sistema de salud al VIH/SIDA; a su vez, la extensión masiva de la lucha contra el VIH/SIDA contribuirá mucho a fortalecer los sistemas de salud.
El informe completo en castellano se encuentra disponible en la siguiente dirección web: