«Esto nos abre un panorama que no lo esperábamos en modo alguno. La tendencia normal del VIH desde 1997 era la de una enfermedad controlada; conseguimos que se redujeran las infecciones; veíamos que se estaba convirtiendo en una enfermedad de transmisión sexual. La cosa llevaba un camino lógico. El problema es que, de repente, hace dos años detectamos un fenómeno nuevo en la dispensación de jeringuillas», explica el doctor Daniel Zulaika, coordinador del Plan contra el sida en Euskadi.
En el año 2001 se alcanzó el mínimo histórico con 332.000 jeringuillas dispensadas en la CAV, pero el 2002 subió a 386.000 y el año pasado se repartieron un total de 545.000 jeringas, las mismas que se distribuían hace diez años, lo que supone un incremento del 41%.
Al detectarse un aumento progresivo en la distribución de jeringuillas, los responsables sanitarios vascos se pusieron en contacto con otras comunidades y consultaron con expertos para saber lo que sucedía. «Fuimos los primeros en dar la voz de alarma, porque tenemos un sistema de vigilancia bastante bueno. Después de cotejar con los distintos profesionales involucrados en el reparto de jeringas (farmacéuticos, ONGs, etcétera...) vimos que el aumento de la dispensación del kit y jeringuillas obedecía a la cocaína inyectada».
Al principio, reconoce Daniel Zulaika, no nos lo creíamos del todo; consultamos con los responsables del Plan Nacional del Sida, «la gente no lo veía claro y, progresivamente, nos reunimos con las ONGs y constituimos un grupo de trabajo que se ha mostrado muy eficaz porque aúna a las instituciones,ONGs que trabajan con estas personas ‘‘a pie de obra’’ y farmacéuticos; asimismo nos pusimos en contacto con responsables de los programas de metadona. Entre todos llegó la confirmación de que la causante era cocaína intravenosa».
Desde la CAV se fueron rastreando los datos de otra comunidades y países que podían tener un problema similar. «Hay una que nos ayudó a entender el tema. La experiencia de Vancouver, la colonia británica. Sanitariamente tienen una estructura similar a la de Euskadi; disponen de programas de jeringuillas, metadona, y servicios sociales potentes. Ellos también cuentan con drogadictos intravenosos y llevaron a cabo un estudio en el que hicieron un seguimiento durante 31 meses a 940 usuarios de drogas. Según el mismo, el consumo de cocaína inyectada fue el elemento predictivo con mayor porcentaje de riesgo para convertirse en seropositivo. Las 109 tenían en común el consumo intravenoso de cocaína. El consumo de heroína no era un factor definitorio en la seroconversión; los que se inyectaban heroína no se infectaban más que los que no se pinchaban».
Cocaína de gran pureza
El otro factor de riesgo de contagio según la experiencia llevada en Vancouver era directamente proporcional al número de pinchazos diarios. «Los que se inyectaban más de tres veces al día se infectaban siete veces más que los que se pinchaban tres veces. Y hasta tal punto fue definitorio el consumo de cocaína que el 25% de los inyectores frecuentes de cocaína se infectaban por el VIH en dos años y medio. El temor entre las personas que trabajamos en el campo del sida en Euskadi es que ese repunte del VIH que se está dando en otras comunidades autónomas, y también en otros países, llegue también hasta nosotros. Porque la cocaína y la heroína mezclada se inyectaban ya desde el año 90. Sin embargo, ahora estamos hablando de cocaína de gran pureza», explica Daniel Zulaika.
Los usuarios de esta droga se infectan por el VIH porque utilizan menos jeringuillas limpias. «Es la situación sicológica y física de un inyector compulsivo. Esto es como el ‘‘crack’’, y al final la persona pierde el raciocinio. Y desde un punto de vista de infraestructura es difícil meterse cada día de 20 a 30 pinchazos y tener jeringuillas limpias. Estos son los dos grandes factores por los que adquieren el VIH». «La experiencia de Vancouver nos alerta sobre el problema que se nos avecina. El grupo de trabajo creado está analizando el fenómeno para tratar de encontrar una respuesta en los próximos meses antes de que sea tardo», reconoce Daniel Zulaika.