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Su cerebro bajo los efectos del alcohol - Segunda parte
Fecha: 10.12.2003 Fuente: Lasdrogas.info - Correo del Caroní

El alcohol va directo al centro de emoción y placer en el cerebro, el que además alberga la gratificación de hambre, la sed y el sexo

Para este momento los estudios de imágenes cerebrales más recientes muestran que el núcleo acumbeo con su sed de placer podría no ser en definitiva el jugador principal. Los nuevos caminos se han formado, adaptando su función al servicio del alcohol, y los investigadores creen que la corteza frontal, la rama ejecutiva del cerebro responsable de las decisiones y la memoria, tienen un mero recuerdo del placer, tan insistente como aquel original, demandando otro trago. El alcohol también podría dejar su huella en las áreas de la corteza frontal que se relacionan con el juicio y el control de los impulsos.
Desde esta parte del cerebro hay un pequeño paso a los ganglios basales, el centro que cuando se conecta de manera distinta hace que los individuos obsesivo-compulsivos se laven continuamente las manos o eviten pisar las uniones de las baldosas.
 
Los últimos resultados de las pruebas en animales de laboratorio sugieren que el alcoholismo podría utilizar los mismos caminos nerviosos que desencadenan los comportamientos compulsivos, por lo que el cerebro demanda más y más licor, sin importar la razón ni las consecuencias. Michael Small, residente de Zephyrhill, Florida, y quien bebió por más de 20 años antes de entrar en un tratamiento, dice que "al final bebía solo, escondiendo las cervezas en el armario o debajo de la terraza de la casa, y ya no lo disfrutaba. Pasé del placer a la necesidad".
 
La revista Humphreys de la universidad de Stanford señala que "lo que más impacta a la gente es que la gran mayoría de las personas que se recuperan del alcoholismo nunca buscan un tratamiento".
 
Sin embargo, muchas personas pueden detenerse solas pues la capacidad de hacerlo es tan individual como la motivación interior de cada cual. Por ejemplo, algunos pueden pasar mucho tiempo de su vida de adultos bebiendo y usando drogas mientras están metidos en la buena vida de promotores de artistas. Una de esas personas puede intentar dejarlo por sí misma colocando las pastillas y botellas en un ataúd como un despertar elaborado de sus adicciones, pero finalmente terminar yendo a un centro como el Betty Ford para recibir tratamiento.
 
De elefantes rosados y comerciales de TV

Alrededor de medio millón de personas en los Estados Unidos toman esta determinación cada año, buscando ayuda en el mencionado centro, la fundación Hazelden, Par Village, Delancey Street en la ciudad de San Francisco u otros centros de tratamiento de servicios internos o externos y casi un millón más se ponen en contacto con Alcohólicos Anónimos.
 
Para los más pacientes, el primer paso es mantenerse alejados del alcohol, pero en ese lapso pueden desarrollar tics nerviosos en las piernas, los brazos o la cara, tener episodios de falta de concentración y ver elefantes rosados en su camino. También tienen escalofríos y alucinaciones, y hasta pueden llegar a sufrir convulsiones, ya que sus cerebros se han acostumbrado a un balance artificial entre los químicos que producen placer y los que producen inhibición. Entonces, la suspensión repentina del alcohol altera el balance a favor de la excitación. El Valuim puede ayudar, pero es adictivo; algunos anticonvulsivos como la carbamezepina, el dilvaproex y la gabapentina también pueden aliviar esta etapa.
 
Suspender la bebida es la parte relativamente fácil que generalmente dura tres días o menos, pero lidiar con el duelo verbal entre el diablo en un hombre y el ángel en el otro es la parte complicada pues el cerebro ha sido reprogramado para desear un trago de manera compulsiva. Así, los pensamientos y acciones de cientos de personas pueden desencadenar la ansiedad, por ejemplo un paseo frente a la taberna local donde iban anteriormente o hasta ver un comercial de cerveza.
 
Esta sensación puede perseguir a los alcohólicos en recuperación hasta en sueños. Mónica, de 40 años de edad, alta, delgada y bonita, quien sale de alta del centro Betty Ford después de 28 días, dice que "tuve un sueño la otra noche en el cual mi amiga me recibía en el aeropuerto con un gigantesco vaso de champaña". Este tipo de sueño es una señal de que la ansiedad nunca descansa; y Brian Johnson, psicoanalista de Boston quien se especializa en el tratamiento de la adicción, dice que "los sueños son impulsos que hacen un llamado a la satisfacción".
 
Mark George, junto a Anton en la universidad de medicina de Carolina del Sur, ha realizado algunas de las primeras imágenes cerebrales demostrando el poder que un simple pensamiento puede tener sobre la recuperación de un alcohólico. Él colocó personas con este problema e individuos normales dentro de una máquina de resonancia magnética y luego les mostró fotos de martinis, botellas de cerveza o vasos de vino. También se les enseñaron imágenes de bebidas y café así como un grupo de figuras neutras. En los alcohólicos, la corteza frontal se iluminó de deseo ante las imágenes de alcohol.
 
Drogas contra otra droga

Las drogas pueden ayudar a ahogar el deseo, a pesar de que nadie sabe exactamente la manera en que esto ocurre, pues una droga anterior, llamada Antabuse y que ahora se usa muy poco, hacía que los pacientes se sintieran enfermos cuando bebían, pero no mataba la ansiedad y la Naltrexona parece hacerlo. Originalmente, esta droga se utilizaba para contraatacar los opiatos como la heroína y podría funcionar al bloquear un placentero surgimiento de opioides naturales que se liberan en el cerebro ante la imagen del alcohol.
Ésta parece haber funcionado para un voluntario de las pruebas en Atlanta, Scott de 24 años, pues dice que solía beber dos veces a la semana, un promedio de siete u ocho cervezas y un par de tragos fuertes, pero "sentía que podía dejarlo si quería". Cree que se le dio la droga y no un placebo porque pensó menos en beber durante la semana que la tomó.
 
Una droga llamada acamprosato ha demostrado tener resultados muy prometedores en Europa y se encontró que la ondansetrona reduce la bebida e incrementa el número de días de abstinencia en las pruebas clínicas. Sin embargo, hasta ahora los centros para el tratamiento del alcoholismo se muestran reacios a prescribir drogas.
 
Por ejemplo, en el centro Betty Ford los consejeros podrían sugerir la Naltrexona de vez en cuando para combatir la ansiedad si el contacto de control muestra que el paciente ha recaído repetidamente. Sin embargo, la droga no es utilizada mientras el paciente se encuentra internado en el centro y los consejeros dicen que la ayuda que se da a los bebedores empedernidos para que dejen de tomar puede no ser suficiente para el tratamiento de los alcohólicos reales. La mayoría de los expertos piensa que la bebida moderada no es una opción para un verdadero alcohólico.
 
Los científicos apuestan a que las nuevas generaciones de drogas funcionarán mejor al combinarse con terapias de grupo y un consejero. Los investigadores creen que estos tratamientos hablados ayudan al cerebro a aprender a compensar el daño causado, tal como la rehabilitación apoya al cerebro de una víctima de un derrame cerebral a retomar nuevamente el lenguaje o el movimiento. Muchos alcohólicos deben aprender otra vez la manera de aceptar la responsabilidad por sí mismos y la forma en que se comportan con respecto a otros. Casi todos los programas de grupo incorporan los doce pasos de Alcohólicos Anónimos, los cuales ayudan a las personas que están empezando con la recuperación a tener apoyo de veteranos en esta batalla.
 
Sin cura

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