La drogadicción precoz y los malos tratos llenan las consultas de Psiquiatría infantil
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Fecha:
24.09.2004
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Fuente:
elcorreodigital.com
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Juan Hormaetxea, psiquiatra especializado en niños. / MAITE BARTOLOMÉ
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Los adolescentes consumen sustancias tan fuertes como cocaína a edades cada vez más tempranas. La mayor concienciación social contra la violencia doméstica ha hecho emerger multitud de casos de niños que sufren abusos y agresiones sexuales
Las consultas de Psiquiatría infantil han comenzado a llenarse con dos nuevos tipos de pacientes. Los terapeutas se han encontrado en los últimos años con que los adolescentes consumen drogas cada vez más potentes a edades más tempranas y con que los casos de niños que son víctimas de malos tratos y violencia sexual han aumentado de manera «alarmante». «Estamos ante dos nuevos y complejos problemas emergentes que necesitan una solución rápida y eficaz», advierte el psiquiatra bilbaíno Juan Hormaetxea.
El especialista, que cuenta con una dilatada experiencia en Estados Unidos y Madrid, dirige en la actualidad la unidad de Psiquiatría Infanto-Juvenil de la clínica Euskalduna, en Bilbao. El servicio, según explica, se puso en marcha hace seis meses con el fin de prestar una asistencia ambulatoria a los distintos trastornos psiquiátricos propios de esta edad, como déficit de atención e hiperactividad, trastornos de la conducta, del estado de ánimo o ansiedad. El equipo se encontró, sin embargo, con un panorama muy distinto. «A pesar del corto espacio de tiempo que lleva en marcha este dispositivo», los especialistas han podido confirmar el alcance de la drogadicción precoz entre los adolescentes y de los malos tratos infantiles.
Matarratas en la "coca"
La edad a la que los chavales se inician en el consumo de tóxicos «de gran potencial», capaces de «desencadenar o causar trastornos psíquicos», ha disminuido «de manera alarmante en nuestro medio», según confirma Hormaetxea. Los niños se inician en el consumo de alcohol y comienzan a fumar porros de hachís a los 11 y 12 años. Para los 15, muchos se han pasado ya a sustancias estimulantes, como la cocaína o las anfetaminas, e incluso a otras como la ketamina, un potente alucinógeno que los veterinarios usan como tranquilizante para los animales.
«Encontrarnos con estos resultados fue una sorpresa para todos nosotros», explica el psiquiatra responsable del estudio. Lo peor de todo, según dice, no es ya el consumo de todo este tipo de sustancias, sino que las dosis que ingieren están "cortadas" con productos tan inverosímiles como tiza, talco, azúcar, cafeína e incluso matarratas (estricnina). El envenenamiento por estricnina puede causar muy graves perjuicios para la salud, incluida la muerte, aunque los efectos secundarios que semejante mezcla puede tener en el organismo se desconocen.
El equipo de Hormaetxea sabe de las consecuencias que tienen para la salud mental, que se traducen en trastornos de la conducta, síntomas psicóticos, depresión y ansiedad. «Deberíamos descartar primero el consumo de drogas cada vez que un joven pasa por la consulta con uno de estos problemas», resalta el experto. El uso de anfetaminas y la cocaína provoca síntomas muy parecidos a los de la esquizofrenia. Quienes las consumen cuentan que tienen alucinaciones auditivas y visuales, sufren delirios y soportan en ocasiones la falsa sensación de que alguien les persigue.
El dinero para la compra de material lo suelen adquirir "trapicheando", aunque el especialista vasco cuenta que ha visto en su carrera «casos tremendos. Conocí a una adolescente de 15 años que necesitaba 300 euros a la semana para asegurarse sus dosis. Acabó prostituyéndose», relata.
El tratamiento clínico para la superación de casos así debe combinar, según el psiquiatra de Euskalduna, la terapia psicológica con la medicación; pero en cualquier caso, el primer paso que debe dar el paciente es siempre el mismo. Ha de admitir que tiene un problema provocado por la toma de un tóxico que le genera alteraciones psiquiátricas.
«Muchos se lo callan»
Los terapeutas atribuyen, por otra parte, a la mayor concienciación social contra la violencia doméstica la aparición de multitud de casos de niños que sufren abusos sexuales y agresiones físicas. No es que haya más, según dicen, sino que ahora se denuncian y se tratan en mayor medida. Distintas investigaciones cifran en aproximadamente el 7% el total de la población infantil y juvenil que ha sufrido algún suceso tan amenazador que ha desequilibrado su capacidad de respuesta y adaptación. Juan Hormaetxea, por su experiencia, cree que las cifras se quedan cortas. «En realidad son más, porque muchos se lo callan».
Los maltratos infantiles que requieren tratamiento psiquiátrico se relacionan siempre con situaciones de violencia familiar. Ante, por ejemplo, la agresión de un padre a su esposa, el niño, que es siempre consciente del peligro, experimenta un sentimiento de impotencia, desvalimiento y desesperanza. Cree que vive un suceso terrible, del que no hay escapatoria posible y, salvo que tenga menos de tres años, conservará en su memoria lo ocurrido para toda la vida.
Durante los seis primeros meses tras el suceso, reviven periódicamente lo acontecido en sus sueños y lo plasman en sus juegos y dibujos. «Se encuentran como anestesiados y tienen una evidente pérdida de interés por todo lo que antes les gustaba». El estado permanente de vigilancia y alerta en que viven se manifiesta en trastornos del sueño, dificultades para la concentración y sobresaltos.
Los síntomas pueden prolongarse meses o años y, lo que es peor, a menudo tienden a cronificarse. Cuando se trata de sucesos repetitivos, como los abusos sexuales, su personalidad puede verse seriamente trastocada de por vida y convertirse en un narcisista o un ser antisocial.
La familia es la mayor y mejor protección para un niño, motivo por el que la violencia doméstica puede resultarle demoledora. La terapia, siempre que sea posible, debe contar por ello con el apoyo y la colaboración de la unidad familiar. «El pronóstico suele depender de factores como el nivel educativo de los padres, la presencia de varones en la familia y la existencia de unos padres sin alteraciones psíquicas. La presencia de la madre en el contexto familiar también resulta ser un factor protector fundamental».
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