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Maniobras etílicas
Fecha: 03.02.2004 Fuente: elcorreodigital.com

Conducir un vehículo bajo los efectos del alcohol supone un grave riesgo debido a la euforia que produce y al déficit en el nivel de atención y capacidad de respuesta

Publicado en el Diario El correo en enero de 2004
 
Entre el 30% y el 80% de los accidentes de circulación están relacionados con el consumo de bebidas alcohólicas, según las estadísticas de la Dirección General de Tráfico. Cada año son miles las personas que fallecen por siniestros relacionados con la bebida en todo el mundo. Esos accidentes responden habitualmente a un determinado perfil. Suelen implicar a personas jóvenes, de entre 18 y 25 años, y generalmente son consecuencia de la realización de maniobras imprudentes o de una conducción peligrosa, sobre todo durante los fines de semana y especialmente por la noche.

La bebida influye sobre el nivel de atención y la capacidad de respuesta del conductor. La presencia de un cierto nivel de alcohol en la sangre determina un déficit de atención; disminuye la capacidad de concentración, la fijación de la vista se vuelve errática y se pierde control sobre el campo visual, que disminuye en amplitud y profundidad, sobre todo por la noche.
Efectos orgánicos

La habilidad y la exactitud en el cálculo de distancias se ven perjudicadas, así como la percepción correcta de la velocidad, con lo que se compromete la seguridad en los adelantamientos y maniobras de evasión. La pérdida de unas décimas de segundo puede marcar la diferencia entre una colisión o un frenazo a tiempo. La consecuencia del error aumentará en distancia proporcionalmente con la velocidad del vehículo. Además de producirse una disminución en la rapidez de reacción, también se puede ver enturbiada la capacidad de tomar decisiones.

La firmeza y claridad mental disminuye a la hora de decidir una determinada maniobra. La conducción es insegura, con el riesgo que ello supone a la hora de realizar adelantamientos o adaptar la forma de conducir a las condiciones meteorológicas o ambientales, lo que puede llevar a que se cometan errores con frecuencia. La conducción nocturna resulta por ello especialmente peligrosa.

Además de los mencionados efectos orgánicos, la bebida produce efectos psicológicos, que son tan peligrosos o incluso más que aquéllos. No hay que olvidar que el alcohol produce una sensación de bienestar y euforia, lo que puede llevar a que se se desprecien o ignoren determinados riesgos a la hora de conducir. Así, puede provocar que manejemos el coche de forma irresponsable y sin adaptar la conducción del vehículo a las características de la carretera, meteorología o intensidad de la circulación. Se realizan maniobras incoherentes e imprevistas que ponen en riesgo a otros conductores.

Desinhibición

El alcohol no sólo produce euforia, sino también una desinhibición del comportamiento. El conductor bajo los efectos del alcohol suele ser agresivo. La sensación de poder que conlleva manejar un vehículo se ve potenciada por los efectos de la bebida. El conductor violento puede abusar de la velocidad, realizar maniobras ilegales y despreciar a otros conductores con actitud desafiante e incluso llegando a buscar la provocación.

Las bebidas contienen diferentes porcentajes de alcohol que es absorbido por el tubo digestivo y pasa directamente a la sangre. A través de la circulación esplácnica atraviesa el hígado, donde es metabolizado, y pasa a la circulación sistémica, con lo que alcanza unos niveles en sangre que producen esos efectos comentados. Debido a las propiedades hidrosolubles (capacidad de mezclarse con el agua), el alcohol se difunde fácilmente por todos los tejidos, incluido el cerebro. La absorción es rápida, sobre todo cuando se ingiere en ayunas. Al cabo de unos pocos minutos el alcohol comienza a aparecer en la sangre, absorción que se completa en unos sesenta o noventa minutos.

La tasa de alcohol

Además de la cantidad de alcohol ingerida, la tasa de alcoholemia también depende de factores personales, como peso, sexo, edad y consumo habitual. Esta tasa resultará mayor en las personas de menos peso, mujeres, jóvenes o ancianos, que no tengan costumbre de ingerir bebidas.
El nivel de alcoholemia en sangre a partir del cual se puede sancionar es de 0,5 gramos por litro. Los conductores de vehículos de alto riesgo o principiantes no deben sobrepasar una tasa de 0,3 gramos por litro. A partir de una tasa de 0,4 a 0,5 aumenta de forma importante el riesgo de sufrir un accidente. Este riesgo se multiplica por diez cuando la tasa de alcohol alcanza el valor de 1,2.

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