La respuesta, obviamente, es que sí. Pero, de acuerdo con la ley antitabaco que ahora se aplica en la ciudad de Nueva York, eso no significa nada.
Como algunos neoyorquinos saben ya, la mera existencia de un cenicero en un lugar en el que esté prohibido fumar puede suponer una citación judicial. No importa que el cenicero esté guardado lejos de las zonas públicas. No importa que se use como elemento decorativo. No se permiten los ceniceros. Punto.
Según Sandra Mullin, portavoz del Departamento de Salud del Ayuntamiento, la razón es que algunas personas podrían considerar la presencia de un cenicero como una invitación a encender un cigarro.
Desde el 1 de mayo, fecha en la que se empezó a aplicar esta ley antitabaco en serio, se han enviado unas 2.300 citaciones, de las cuales algo más de 200 se debían a la tenencia de ceniceros. No son cifras muy elevadas pero algunas de las notificaciones rayan el absurdo.
En Brooklyn Heights, el propietario de una tienda de vídeo fue multado por tener un cenicero que, según él, sólo había usado para que una cliente apagara el cigarrillo encendido con el que entró. "Tenía que apagarlo en algún sitio, ¿no?"
Graydon Carter, director de Vanity Fair, recibió una citación por los ceniceros de su oficina de Times Square. Los inspectores, que habían ido allí porque alguien había presentado una queja, no encontraron a nadie echando humo. Pero sí localizaron algunos ceniceros. "Los guardo para acordarme de mi juventud", declaró Carter. "No se habían usado y no había colillas en ellos cuando nos multaron". Y una cosa más: "Cualquier ayuntamiento que te permite tener una pistola cargada en el despacho, pero no un cenicero, tiene sus prioridades gravemente tergiversadas", afirma.
Muchos piensan lo mismo en el Players, el club teatral de Gramercy Park South. Las autoridades sanitarias insistieron en inspeccionar el despacho del director general del club, John Martello. No encontraron a nadie fumando. Pero descubrieron tres ceniceros en una estantería. "Estaban ahí simplemente para que no estorbaran", declaró Martello. "Teníamos que quitarlos de la vista del público. Estaban guardados. Creo que lo que más me horrorizó", continúa, "fue la constitucionalidad con que ellos pudieron entrar y registrar mi despacho. A diferencia de la policía, no necesitan orden de registro. Simplemente entraron por un chivatazo anónimo".