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Los menores aprenden a temer las drogas
Fecha: 29.09.2007 Fuente: elpais.com

Baja el consumo de hachís y cocaína entre los escolares por primera vez tras 12 años de encuestas

EMILIO DE BENITO

Los adolescentes (de 14 a 18 años) son más reacios que sus predecesores en los centros escolares a consumir alcohol, tabaco, hachís o cocaína. Así, al menos, se deduce de la última Encuesta Escolar, elaborada en 2006 entre 26.454 chicos y chicas alumnos de 577 centros públicos y privados de toda España. Los datos muestran que, por primera vez desde que se hace esta encuesta, en 1994, la proporción de consumidores de hachís y cocaína baja, y que se confirma la caída del tabaco y el alcohol (las cuatro drogas más habituales).

En concreto, la proporción de estudiantes entre 14 y 18 años que había fumado hachís en los 30 días anteriores a la encuesta pasó del 25,1% al 20,1% entre 2004 y 2006 (la cifra no había sido tan baja desde 1998); los de cocaína pasaron del 3,8% al 2,3%, la menor desde 1996; la de tabaco ya está en el 14,8% (era el 21,6% en 1994) y el alcohol -la droga más consumida- ha bajado hasta el 58% (en 1994 era el 74,1%).

"No hay que ponerse optimista", dijo ayer la delegada del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Carmen Moya, "pero indica que vamos en el buen camino". Menos prudente, el director de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, Ignacio Calderón, mostró su "enorme satisfacción". Ambos coincidieron en que "hay que seguir trabajando".

El cambio no se debe a una sola medida, afirman los expertos consultados. Pero hay tres factores que Moya destaca: que cuando un chaval va a encender un porro o tomarse una raya de cocaína tiene más claro que tiene efectos perjudiciales para su salud, y no sólo a largo plazo. Moya cree que haber pasado la responsabilidad de la política contra las drogas del Ministerio del Interior al de Sanidad ha tenido un claro efecto en esta percepción. Ello, sin menospreciar las medidas policiales -como la vigilancia cerca de los lugares de ocio y los institutos- que hacen que, por primera vez, los jóvenes afirmen que les cuesta más comprar drogas. Y hay un tercer factor, en apariencia contradictorio: cada vez hay más menores en programas de deshabituación. Por eso, ahora, cuando un chaval va a tomar algo, es más fácil que conozca a otro que ya lo haya hecho y haya visto sus efectos. Ese conocimiento "actúa como un semáforo en rojo", dice Moya.

El director de Comunicación de Proyecto Hombre, Lino Salas, que tiene entre sus 17.000 usuarios en tratamiento a 2.000 menores, añade otra clave. "Los padres -sobre todo las madres- actúan cada vez con mayor rapidez. De hecho, un tercio de los casos que recibimos no requieren tratamiento; se trata de un caso de abuso esporádico que se soluciona con atención educativa y familiar", señala Salas.

Los datos, sin embargo, también tienen sus sombras. Uno es el policonsumo. La mezcla de alcohol, tabaco y hachís es habitual, lo que agudiza sus efectos. Además, "ahora se llega al policonsumo antes, en tres años, cuando antes la media podía estar en 10", apunta Salas.

Otro es el acceso al alcohol. El 58% de los menores asegura comprar alcohol en los supermercados y un 37% en los hipermercados, a pesar de que está prohibida su venta. El consumo de alcohol se concentra en el fin de semana. El 99,5% de los menores que declaran haber consumido bebidas alcohólicas en los últimos 30 días lo ha hecho entre el viernes y el domingo. Por otro lado, el 44,1% de los consumidores actuales (último mes) se ha emborrachado alguna vez en este periodo.

El consumo en atracón (binge drinking en inglés) tiene una incidencia considerable: el 53,4% de los que declaran haber consumido alcohol en los últimos 30 días afirma haber bebido cinco o más cañas o copas en la misma ocasión. El efecto de este tipo de consumo está ya comprobado, insiste Moya: causa daños cerebrales a largo plazo, como, por ejemplo, la pérdida del recuerdo de lo que pasó cuando se bebía. En fines de semana, lo que más se bebe son combinados o cubatas, mientras que en días laborables predomina la cerveza.

El estudio también recoge el peligro de la relación entre alcohol y tráfico. Aunque los sujetos entrevistados no tienen edad para conducir coches, un 22% afirma que se ha montado en uno conducido por alguien bebido.

Otro hecho destacable es la relación entre tabaco y cannabis. Si se toman los datos de los fumadores diarios de pitillos y los habituales (durante el último mes) de hachís o marihuana, estos últimos ya son más. Aunque son cifras no directamente comparables, el hecho de que sean dos sustancias que se toman por la misma vía y mezcladas agudiza este efecto.

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