<introducción>

NUESTRA SOCIEDAD Y LAS DROGAS

Los problemas relacionados con las drogas inspiran en nuestros días una respuesta decidida de la comunidad y las instituciones. La sociedad civil ha ido asumiendo progresivamente los mensajes que para impulsar esta movilización se han ido acuñando ("entre todos, mejor", y similares).

 

Si practicáramos un corte transversal que permitiera captar en todo su dinamismo lo que nuestra comunidad está viviendo a este respecto, podríamos dibujar un mapa similar a éste:

Las administraciones públicas incorporan aquellas actuaciones que, en su particular esfera de responsabilidad, les permiten hacer sus aportaciones a la contención del abuso de drogas.
Un número creciente de educadores abren sus aulas para protagonizar el compromiso educativo con la prevención.
Las más diversas entidades sociales (deportivas, culturales, recreativas, etc.) participan desde su singular quehacer cotidiano en este compromiso colectivo.
En los municipios se promueven Escuelas de Madres y Padres en las que personas sensibilizadas se entrenan en pautas y talantes educativos que desde el núcleo familiar contribuyan a prevenir las drogodependencias.

LA EMPRESA COMO ESCENARIO DE ACTUACIÓN

El mundo del trabajo no podía permanecer ajeno a esta dinámica social porque, al final, son ciudadanos quienes lo conforman, sea en su papel de empresarios, gerentes, mandos intermedios o trabajadores. Ciudadanos que proyectan en el escenario laboral sus preocupaciones, sus compromisos... y también sus consumos de drogas. Porque, en efecto, la realidad de las drogas no queda a las puertas de la empresa sino que las traspasa, impregnando con sus peculiaridades el mundo del trabajo.

El escenario laboral se encuentra en una posición privilegiada para organizar en su seno actuaciones encaminadas a reducir los problemas relacionados con las drogas. En él encontramos a una proporción notable de la población adulta (en torno al 85% de la población activa), a lo largo de una tercera parte del día, cinco días a la semana, once meses de cada año, durante el dilatado período de su vida profesional.

Es, por lo tanto, un espacio insustituible para acometer actuaciones en materia de drogodependencias.

 
 

Por otra parte, resulta inevitable que el fenómeno "contamine" la realidad laboral. Es así, por ejemplo, que aparecen conflictos relacionados con la conducta de fumar o no fumar en el interior de la empresa, apelando a la conveniencia de arbitrar algún tipo de actuación organizada que impida que las posturas se enconen y devenga enfrentamiento lo que podía haberse resuelto de un modo positivo.

El uso inadecuado de drogas, bien porque tenga lugar en tiempo laboral, bien porque realizándose al margen del mismo impacta en el mundo de la empresa, transciende la esfera de lo privado para incidir sobre el conjunto de la vida de la empresa.


LA LEY DE PREVENCIÓN DE RIESGOS LABORALES

No podemos dar por finalizada esta presentación sin hacernos eco del cambio que supuso la entrada en vigor de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales (LPRL).

Ésta, en su artículo 14.1 "Derecho a la protección frente a los riesgos laborales" (definidos previamente como posibilidad de que un trabajador sufra enfermedades, patologías o lesiones "con motivo u ocasión del trabajo"), establece el derecho de los trabajadores a una "protección eficaz en materia de seguridad y salud en el trabajo", y el "correlativo deber del empresario de protección de los trabajadores frente a los riesgos laborales".

 
 

Señala, a continuación, que éste realizará la prevención de tales riesgos "mediante la adopción de cuantas medidas sean necesarias...", "...en materia de evaluación de riesgos, información, consulta y participación y formación de los trabajadores...".